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12 Poemas eróticos para encender la mente, el cuerpo y el alma

Foto del escritor: Gabriela  GonzálezGabriela González


Desde los albores de su existencia, la poesía ha servido para expresar las emociones más profundas del ser humano. A través de palabras cuidadosamente seleccionadas y metáforas sugerentes, los poemas eróticos evocan imágenes que despiertan y enaltecen nuestros sentidos.


En palabras de Georges Bataille, reconocido autor francés, el erotismo viene a ser "la aprobación de la vida hasta en la muerte". Esta celebración por el fuego de la vida es, sin duda, perceptible y "disfrutable" en el imaginario poético de miles de autores.


A continuación, te presentaremos una selección de textos eróticos escritos por grandes poetas, quienes nos abrirán la puerta a un mundo de sensaciones; descubriremos cómo estos versos seductores han desafiado las convenciones sociales, explorado los deseos más profundos y celebrado la conexión íntima entre los amantes.

1. La espera, Caballero Bonald

Y tú me dices que tienes los pechos vencidos de esperarme, que te duelen los ojos de tenerlos vacíos de mi cuerpo, que has perdido hasta el tacto de tus manos de palpar esta ausencia por el aire, que olvidas el tamaño caliente de mi boca.

Y tú me lo dices que sabes que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre, de golpear mis labios con la sed de tenerte, de darle a mi memoria, registrándola a ciegas, una nueva manera de rescatarte en besos desde la ausencia en la que tú me gritas que me estás esperando.

Y tú me lo dices que estás tan hecha a este deshabitado ocio de mi carne que apenas sí tu sombra se delata, que apenas sí eres cierta en esta oscuridad que la distancia pone entre tu cuerpo y el mío.

2. Cuerpo de mujer, Pablo Neruda

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, te pareces al mundo en tu actitud de entrega. Mi cuerpo de labriego salvaje te socava y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros y en mí la noche entraba su invasión poderosa. Para sobrevivirme te forjé como un arma, como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo. Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia! Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia. Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso! Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

3. Pienso en tu sexo, César Vallejo


Pienso en tu sexo. Simplificado el corazón, pienso en tu sexo, ante el hijar maduro del día. Palpo el botón de dicha, está en sazón. Y muere un sentimiento antiguo degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico y armonioso que el vientre de la sombra, aunque la muerte concibe y pare de Dios mismo. Oh Conciencia, pienso, si, en el bruto libre que goza donde quiere, donde puede.

Oh escándalo de miel de los crepúsculos. Oh estruendo mudo.

¡Odumodneurtse!

4. Párpa-dos, Virtudes Montoro

Desnúdame los párpados y las mejillas, a besos La comisura te espera: entreabierta El cuello alzo para ser abordado; por tus labios Despacio recorre mis hombros, descubiertos Y ahora que abro los ojos, mírame y hablamos

5. Las dos, Julia Santibáñez

Conoces a la yo calma, a la coqueta inofensiva, diurna y musical. Quién sabe cuándo aflore la maliciosa, viperina y vengativa. Pero sé que ambas se hurgan el sexo. Y se huelen los dedos.

6. Caracol, Virtudes Montoro

Un caracol por mis dedos, en mi pie, se arrastra babeando dentro de un beso Tan lento, que el pie es labio, y el labio, despacio, beso.


Me pides que te dé tristeza, pero sólo soy un caracol feliz reptando entre los dedos de tu pie

Me pides que te dé saliva, cuando ya sabes que la tienes toda adentro, bullendo acorazada y denostada entre mis piernas

Agarro por un momento tu rostro: Mítico semblante de actor de cine, y aun no queriendo, me pierdo entre parecidos razonables

Como niños fugaces nos reconocemos: Intacto juguete, instantánea ludoteca sexuada abierta treinta horas al día, accesibilidad asegurada

Me pides ser boomerang libre, y te pienso: oblicuo recorrido, y te pido, sólo te pido que me cuentes el camino y que vuelvas, o mueras, en mi vientre

Me pides, y te pido, me desarmas y me compones como cómic inconcluso, como titubeante espera, me trago lo que te quiero, para que nunca lo sepas

7. Cuerpo a la vista, Octavio Paz


Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo: tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar, tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas, tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada, sitios en donde el tiempo no transcurre, valles que sólo mis labios conocen, desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos, cascada petrificada de la nuca, alta meseta de tu vientre, plata sin fin de tu costado.

tus ojos son los ojos fijos del tigre y un minuto después son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos como la espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna, el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises

la noche de los cuerpos, como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida, bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma, cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro, boca del horno donde se hacen las hostias, sonrientes labios entreabiertos y atroces, nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible (allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable)

Patria de sangre, única tierra que conozco y me conoce, única patria en la que creo, única puerta al infinito.

8. La balada de la masturbadora solitaria, Anne Sexton


Al final del asunto siempre es la muerte.

Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,

fuera de la tribu de mí misma mi aliento

te echa en falta. Espanto

a los que están presentes. Estoy saciada.

De noche, sola, me caso con la cama.

Dedo a dedo, ahora es mía.

No está tan lejos. Es mi encuentro.

La taño como a una campana. Me detengo

en la glorieta donde solías montarla.

Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.

De noche, sola, me caso con la cama.


Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,

en la que cada pareja mezcla

con un revolcón conjunto, debajo, arriba,

el abundante par espuma y pluma,

hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.

De noche, sola, me caso con la cama.


De esta forma escapo de mi cuerpo,

un milagro molesto, ¿Podría poner

en exhibición el mercado de los sueños?

Me despliego. Crucifico.

Mi pequeña ciruela, la llamabas.

De noche, sola, me caso con la cama.


Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.

La dama acuática, irguiéndos en la playa,

en la yema de los dedos un piano, vergüenza

en los labios y una voz de flauta.

Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.

De noche, sola, me caso con la cama.


Ella te agarró como una mujer agarra

un vestido de saldo de un estante

y yo me rompí como se rompen las piedras.

Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.

El periódico de hoy dice que os habéis casado.

De noche, sola, me caso con la cama.


Muchachos y muchachas son uno esta noche.

Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.

Se quitan zapatos. Apagan la luz.

Las criaturas destellantes están llenas de mentiras.

Se comen mutuamente. Están más que saciadas.

De noche, sola, me caso con la cama.


9. Cuando el hombre entra en la mujer, Anne Sexton


Cuando el hombre

penetra a la mujer

como muerde la orilla el oleaje

una y otra vez

y la mujer abre la boca de placer

y destellan sus dientes

como el alfabeto,

el Logos se aparece ordeñando una estrella

y el hombre

dentro de la mujer

aprieta un nudo

para que nunca más los separen

y la mujer

se encarama a una flor

tragándose su tallo

y se aparece el Logos,

y desencadena el río de ambos.


Este hombre

esta mujer

con duplicada hambre

han intentado traspasar

la cortina de Dios

y por segundos lo consiguen,

por más que Dios

en Su perversidad

desate el nudo.

10. Un roce breve, fugitivo… Clara Díaz Pascual

Un roce breve, fugitivo

como el ala de una mariposa

hizo arder el aire en un instante

entre tu cuerpo y el mío.

El universo se ocultó a mis ojos

y se encerró en un latido.

Tus miradas se volvieron mares

y sus olas mecieron mi destino.

Para siempre, un instante,

que ninguna muerte extinguirá,

mientras te ame.


11. Amor de frutas, Gioconda Bello



Déjame que esparza

manzanas en tu sexo

néctares de mango

carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;

te beso y todas las uvas sueltan

el vino oculto de su corazón

sobre mi boca.

Mi lengua siente en tus brazos

el zumo dulce de las naranjas

y en tus piernas el promegranate

esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua

que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,

dame a beber fuentes de melocotones y bananos

racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido

del que nunca jamás ningún Dios

podrá expulsarme.


12. Te besaré largamente, Minerva Margarita Villareal

Te besaré largamente

mis animales sueltos en el interior de tus sentidos

amándote en tus entrañas

como esquirlas de luz

Te besaré

atravesaré tu cielo

me internaré en tus ramas

circularé en tus líquidos

surgiré de la yema de la corteza de tu tronco

me alimentaré de tu jardín

Tu voz en las colinas

y los campos inmensos

como tú los pensaste

tus animales sueltos en el interior de mis sentidos

amándome en mis entrañas

como certeza

como fruto como señal de territorio

Tu voz en las colinas

y los campos inmensos

bajo este cielo púrpura

esta delicia o cauce a mitad de la lluvia

a mitad del océano

porque tu árbol enraíza

en medio de mi vientre

y esta tierra te vive

en el principio y el fin.


 
 
 

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